La Hermandad de San Cristóbal surge en Tarancón al comienzo de la década de los 50, cuando un grupo de jóvenes mecánicos y camioneros deciden poner un orden legar a las tradiciones derivadas de la devoción de este Santo en nuestra localidad. Durante muchos años se celebraba el traslado de la imagen de San Cristóbal, que siempre ha estado en el santuario de Riánsares, al pueblo el día 9 de julio, víspera de la fiesta. El día 10 era costumbre escuchar misa en la parroquia de la Asunción y, por la tarde, participar en el multitudinario desfile procesional motorizado que salía desde la plaza de la Constitución con camiones, turismos y motos, entre otros vehículos, para devolver la imagen a la ermita.
Con los años, la fiesta de San Cristóbal, que llegó a ser la más multitudinaria y esperada del resto de barrios de Tarancón, perdió popularidad y finalmente, con la llegada de la crisis del 2008, despareció totalmente.
Desde el año 2020, la Hermandad se ha vuelto a constituir gracias a la iniciativa de una nueva directiva joven y entusiasta que, poco a poco, está consiguiendo recuperar esta festividad. Desde ese momento, se ha restaurado la imagen del Santo, dotándola de nuevos ornamentos con los que ya en julio de 2021 ha podido lucirse en la recuperada procesión de vehículos, junto a los demás actos religiosos.
SAN JULIÁN Y 15 DE AGOSTO – ROMERÍAS DE LA VIRGEN DE RIÁNSARES
Dentro del calendario religioso taranconero, hay dos fechas en el año que están marcadas a fuego: el 28 de enero y el 15 de agosto. Dos días en los que se produce el traslado al Santuario y la vuelta de la virgen de Riánsares de nuevo a Tarancón. Son, sin duda, dos jornadas muy especiales.
Esta tradición fue creada en el siglo XIX por los duques de Riánsares, don Agustín Fernando Muñoz y la reina María Cristina de Borbón, grandes devotos de la virgen. Tras su matrimonio, los duques construyeron dos palacios en Tarancón para pasar largas temporadas en el municipio: el palacio de “invierno”, actual sede del Ayuntamiento de Tarancón y el palacio de “verano”, anexo al santuario de la virgen de Riánsares. La construcción de este segundo palacio fomentó el deseo de que el pueblo de Tarancón tuviera más cerca a su patrona y ello se explica en el hecho de que la virgen apenas era trasladada a Tarancón; solo era traída al pueblo en momentos de crisis, tales como epidemias, sequías o acontecimientos que necesitaran de su especial amparo y protección.
De este modo, los duques decidieron instaurar esta romería para que la mitad del año la virgen estuviera más cerca de su pueblo, pudiendo celebrar las fiestas patronales en su honor en el mes de septiembre, y el resto del año recibiera los desvelos de sus hijos en su santuario junto al río que lleva su nombre. Las fechas escogidas para ambos traslados no fueron mera casualidad, ya que el 28 de enero, la iglesia de Cuenca celebra la festividad de su patrón San Julián, por lo que suponía una fecha señalada para llevar a cabo el traslado de la imagen a su santuario. Y en el caso del regreso a Tarancón, la iglesia universal siempre ha celebrado con gran solemnidad el 15 de agosto, festividad de la Asunción de la virgen María a los cielos. Por lo tanto, ambas fechas se erigían como señaladas en el calendario, a la par que constituían una casi perfecta división de 6 meses para la estancia en el santuario y otros 6 para la parroquia.
Tanto en una fecha como en otra, hay dos momentos claramente diferenciados dentro de la romería. En el caso del día de San Julián, la virgen sale a las 3 de la tarde de la parroquia de Asunción en solemne procesión acompañada por los co-patronos de Tarancón, San Víctor y Santa Corona abriendo el cortejo, y tras la virgen el clero parroquial, las autoridades civiles y militares y la Agrupación Musical Nuestra Señora de Riánsares. La procesión discurre por el Arco de la Malena y la cuesta de la Bolita, donde la virgen se encara para mirar por última vez a su pueblo hasta su regreso. Tras una breve admonición del cura párroco, comienza la romería donde la virgen es llevada de forma más ligera por turnos de devotos que cubren los casi 5 kilómetros que la separan de su santuario. A su llegada se canta la salve solemne y se oficia una eucaristía, dando así comienzo a la estancia de la patrona a orillas del Riánsares.
El 15 de agosto por su parte, es día de fiesta grande. Desde primera hora de la mañana, gente de todas las edades se dirige a pie o en coche a la ermita para asistir a la misa del alba que se celebra en la explanada del santuario y que está presidida por la imagen de la virgen de Riánsares. Es este el pistoletazo de salida que culminará por la noche con la romería de vuelta. Una vez llegado el atardecer, las imágenes de San Roque, cuya fiesta se celebra al día siguiente, y San Víctor y Santa Corona, bajan por la cuesta de la Bolita al compás de la Agrupación Musical Nuestra Señora de Riánsares junto con las autoridades religiosas, civiles y militares y la corte de honor de las fiestas patronales para recibir a la virgen a la entrada del pueblo. Una vez que la virgen llega al inicio de la cuesta, es recibida por el cura párroco, los aplausos del público allí congregado y un espectáculo de fuegos artificiales que, junto con el volteo de campanas de la parroquia, anuncian a todo el pueblo que la Madre ha vuelto a su casa. Una vez dentro de la iglesia, se canta la salve solemne dando así fin a esta jornada.